En la tiniebla se escucha un grito ahogado mezcla de alivio y dolor. Dejemos que el hechizo detenga el pulso y haya que morir para vivir, que la sangre tiña de poesía todo lo inexplicable.
El Amor Brujo nos invita a conocer el límite del deseo, más allá de la razón donde realidad y espiritualidad se confunden, donde superar la frontera del infierno es razón de vida o muerte.
El amor duele, el amor embruja, posee, mata y nace, es capaz de mostrar al mundo lo mejor y lo peor de los seres humanos que luchan como un cielo de fuegos incandescentes, de miradas y cuerpos que arden entre el deseo y la frustración. Queman el corazón y lo abandonan hecho cenizas a la espera de ser devuelto a la vida en un último aliento, cuando se esta a punto de la redención, en ese paso sobre el vacío del abandono.
Tenemos entre los dedos la delicadeza y el dolor de la pasión, raíces de vida que atrapan todo a su paso, se cruzan, se unen, se ahogan, se protegen como una maraña de vida y venas que palpita al ritmo de la raza y el deseo.
“...A mí el querer me envenena...”